Isabel de Portugal. Reina de España y Emperatriz de
Alemania (1503-1539)
Emperatriz de
Alemania y reina de España nacida en Lisboa el 25 de octubre de 1503 y muerta
en Toledo el 1 de mayo de 1539.
Hija de Manuel I el Afortunado y de doña María de Castilla, el 11
de marzo de 1526 contrajo matrimonio, en Sevilla, con el emperador Carlos V y el 21 de mayo de 1527 dio a
luz, en Valladolid, al heredero del trono, el futuro Felipe II. Debido a las
múltiples ocupaciones de su esposo, Isabel, desde 1529 hasta la fecha de su
muerte, se hizo cargo con éxito del gobierno de los reinos de la Península
Ibérica durante las ausencias del Emperador.
Segunda hija del rey
de Portugal, Manuel el
Afortunado y
de la tercera hija de los Reyes Católicos, la infanta María, Isabel pasó los
primeros años de su vida en el Palacio Real de Lisboa, junto con sus siete
hermanos.
Debido a su elevada
posición, la princesa recibió una esmerada educación de marcado carácter
humanista, además de aprender a leer y escribir, estudió latín, castellano,
inglés y francés. No se descuidó su formación artística y como era costumbre en
la época, recibió una sólida formación musical. Su madre inculcó en Isabel una
profunda religiosidad, así fueron frecuentes las visitas de ambas damas a
iglesias y conventos, sus colaboraciones en obras piadosas y el hecho de que
presidieran numerosos oficios religiosos del calendario litúrgico. Su padre,
por su parte, demostró sentir predilección por la mayor de sus hijas y se
mostró admirado por la gran responsabilidad con que ésta realizaba sus tareas,
así cuando cumplió catorce años, lo dispuso todo para que formara su casa y la
nombró señora de la ciudad de Viseo y de la villa de Torres Medrás, por lo que
a partir de ese momento dispuso de fortuna propia.
Isabel dedicaba gran
parte de su actividad diaria al recogimiento y la oración, en la Capilla Real
del palacio, donde recibió clases del capellán del rey, Álvaro Rodrigues, sobre
doctrina cristiana. Desde su infancia destacó por su gran belleza y, con el fin
de que ésta fuera duradera, su madre la animó a practicar numerosos ejercicios
físicos, lo cual la llevó con los años a convertirse en una experta amazona.
Además fue notable su afición por la costura, sobre todo por los bordados, que
la llevaron a participar en la elaboración de ornamentos eclesiásticos y
colaborar con las damas de la Corte en la confección y cuidado de la ropa de
sus hermanos y de su padre.
En el año 1517 la
apacible vida de Isabel cambió bruscamente debido a la muerte de la reina
María, ante los tristes acontecimientos su padre le encargó que se ocupara de
sus hermanos, actividad a la que ésta se dedicó de lleno durante dos años. Tras
las nuevas nupcias de su padre con Leonor de Austria,
hermana de Carlos V, Isabel pasó a ocupar un segundo plano, pero en opinión de
los cronistas de la época las relaciones con su madrastra fueron en todo
momento cordiales y ambas con el tiempo desarrollaron una profunda amistad. Así
tras la muerte de Manuel el
Afortunado, en el año 1521, Isabel y Leonor se retiraron
temporalmente a un convento a rezar por el alma del difunto, y poco tiempo
después, residieron juntas en un palacio propiedad del duque de Braganza. En
estos años la diplomacia portuguesa trabajaba incansablemente para que la
princesa y su hermano, el futuroJuan III, contrajeran
matrimonio con alguno de los hijos de Juana I la Loca.
Así desde el año 1518 se intentó concertar, de forma secreta, el matrimonio de
Isabel con el joven rey de España, Carlos I.
Las negociaciones
para llevar a cabo el matrimonio de Isabel con Carlos, duraron aproximadamente
ocho años, a pesar de las simpatías que despertaba la joven princesa en las
Cortes castellanas, ya que los notables del reino veían en ella una digna
sucesora de su abuela materna, Isabel la Católica;
sin contar que un doble matrimonio entre príncipes de ambos reinos podía
desembocar, en la unión de ambas coronas. Pero la situación internacional
requería la máxima atención del Emperador y éste, se mostraba contrario a
faltar al compromiso adquirido conEnrique VIII, por el
cual debía casarse con su hija, María Tudor, cuando ésta
alcanzara la edad casadera. Pero las negociaciones continuaban abiertas, ya que
la dote de Isabel podía mejorar las finanzas del Emperador y por su parte, Juan
III de Portugal estaba decidido a cumplir uno de los últimos deseos de su
padre. Tras cuatro años de contactos diplomáticos entre ambas Cortes,
finalmente en 1522 Carlos envió al arzobispo de Toledo, Juan Tavera, a Portugal,
con el fin de que éste concretara el enlace de Juan III con su hermana Catalina
de Austria y el suyo con la princesa Isabel. Las nuevas negociaciones fueron
infructuosas y tras sucesivos intentos, Juan III se conformó con la situación,
y dio por perdida la causa de su hermana, así a principios del año 1525,
contrajo matrimonio con la hermana de Carlos. Isabel por su parte, en reiteras
ocasiones expresó que si no contraía matrimonio con el Emperador, permanecería
soltera.
La llegada de
Catalina de Austria a Portugal, supuso un gran avance para que se llevara a
cabo el matrimonio de Isabel y Carlos, ya que ésta ejerció un notable papel en
las negociaciones. Por otro lado las Cortes de Castilla empezaron a presionar
al Emperador para que diera a la Corona un heredero, y continuaron respaldando
la candidatura de Isabel, frente a la de María Tudor. Finalmente Carlos accedió
a la petición de sus súbditos y el 17 de octubre de 1525 se firmó el contrato
matrimonial.
Isabel que en estos
años había residido en el palacio de Almeirim, tras la celebración del
matrimonio por poderes, el 1 de noviembre de 1525, permaneció en el mencionado
palacio, en compañía de su hermano y su esposa, hasta el 30 enero de 1526,
momento en el cual el papa concedió la dispensa para que Carlos e Isabel
pudieran contraer oficialmente matrimonio, ya que ambos eran primos hermanos.
La futura emperatriz llegó a la frontera portuguesa el 7 de febrero de ese
mismo año, y allí fue recibida por el arzobispo de Toledo, Alonso de Fonseca, y por
los duques de Medina Sidonia y Calabria, entre otros.
Por disposición del
Emperador la boda tuvo lugar en Sevilla, así Isabel partió hacia la mencionada
ciudad acompañada por un gran séquito y visitó Badajoz, Talavera la Real,
Almendralejo, Llerena, Guadalcanal y Cantillana, donde recibió notables
muestras de admiración de los habitantes de estas localidades. Su entrada en
Sevilla, el 3 de marzo de 1526, fue cuidadosamente planeada por Carlos que
quería que su futura esposa recibiera el cariño de sus nuevos súbditos.
Instalada en los Reales Alcázares, Isabel esperó pacientemente la llegada del
Emperador, el cual hizo su entrada triunfal en la ciudad siete días después.
La boda tuvo lugar en
la madrugada del 11 de marzo, ya que según afirman los cronistas de la época,
el amor surgió entre ellos a primera vista. Así el Emperador deseoso de
consumar el matrimonio, ordenó que se instalara un altar en las habitaciones
que ocupaba su futura esposa para que se llevara a cabo la celebración de los
esponsales, los cuales, dada la precipitación, fueron presenciados por un número
reducido de nobles. La muerte de Isabel de Austria, hermana de Carlos V,
provocó que las fiestas de celebración por el matrimonio de la emperatriz se
retrasasen hasta el mes de abril, aunque no por ello fueron menos fastuosas.
El 13 de mayo, Isabel
y su esposo abandonaron Sevilla y emprendieron viaje hacia Granada, ciudad a la
que llegaron el 4 de julio. Los recién casados permanecieron seis meses
instalados en el palacio de la Alhambra, donde concibieron a su primer hijo, el
futuro Felipe II. Fue durante estos meses cuando Carlos puso al corriente a su
esposa de los asuntos del reino, ya que tenía decidido que ésta se ocupara del
gobierno de Castilla en sus largas ausencias.
La emperatriz
permaneció separada de su marido la mayor parte del tiempo que duró su
matrimonio, debido a los numerosos asuntos que requerían la atención del
Emperador, aun así intentó hacer de la Corte, a pesar de sus numerosos
traslados, un lugar acogedor para educar a sus hijos y recibir al Emperador
después de sus largas ausencias. Nombrada lugarteniente general del reino, con
el paso de los años fue acomodándose a sus labores como gobernadora de Castilla
y aunque en un principio se mostró un poco insegura, Isabel asumió sus funciones,
en defensa de los intereses de su esposo, con gran habilidad y en muchas
ocasiones tomo la iniciativa, sobre todo en las cuestiones relacionadas con la
Iglesia. Además hay que señalar que se hizo eco de la opinión de los
castellanos con respecto a la política imperial, ya que consideraba que el
gasto era excesivo. Consejera de su esposo, éste tuvo muy en cuenta sus
opiniones en materia de política y en 1535 era tal su confianza en ella que le
otorgó poderes para que sus resoluciones tuvieran la misma validez que las
suyas en todos sus dominios peninsulares.
Isabel de Portugal
quedó embarazada muy pronto tras contraer matrimonio. De este primer embarazo
nacería el futuro Felipe II, el 21 de mayo de 1527. Apenas un año después se
produjo el nacimiento de la infanta María de Austria, el 27
de junio de 1528, aunque en esta ocasión la emperatriz no estuvo acompañada por
su esposo, ya que esta se encontraba en Monzón. En el mes de mayo de 1529
Isabel dio a luz un niño que murió a los pocos días de nacer y ante la
inminente marcha del Emperador, ésta despidió a su marido muy deprimida, aunque
pronto se recuperó gracias a que se volcó en el cuidado de sus dos hijos
mayores. Tras el regreso de Carlos V de Europa, Isabel quedó nuevamente
embarazada y el 24 de junio de 1535, nació la infanta Juana de Austria. El 19
de octubre de 1536 nació su hijo Juan, el cual murió a los cinco meses de
nacer. Todos los partos de Isabel fueron muy complicados a pesar de la gran
entereza con que esta intentó afrontarlos, además su delicada salud quedó muy
mermada por estos esfuerzos tan continuados. Hay que destacar que la emperatriz
se ocupó personalmente del cuidado de sus hijos y vigiló su educación
atentamente, así ejerció una notable influencia en su primogénito, Felipe.
Aunque aparentemente
la salud de Isabel era buena, algo delicada en ocasiones, la resistencia de la
emperatriz se quebró tras quedar nuevamente embarazada. El alumbramiento estaba
previsto para principios de verano, pero el parto se adelantó y el 21 de abril
de 1539 dio a luz a un niño muerto. La comadrona, Quirce de Toledo, ante la
imposibilidad de contener las hemorragias que sufría la emperatriz, pidió
permiso a ésta para acudir en busca de los médicos de la Corte, pero Isabel se
negó, posiblemente motivada por su extremo pudor. Debido a su delicado estado
inició la redacción de un nuevo testamento, al igual que anteriores ocasiones,
siendo ratificado por el Emperador el 28 de abril. Hay que destacar que durante
los días que duró su agonía sufrió terribles hemorragias y como consecuencia de
la infección tuvo fiebres elevadas, según algunos testigos afrontó la muerte
con serenidad y entereza. Tras recibir confesión y la extremaunción de manos
del cardenal Tavera, murió a la edad de treinta y seis años en Toledo, en el
palacio de los condes de Fuensalida, el 1 de mayo de 1539. El día 2 de mayo se
iniciaron las misas por su eterno descanso y se realizó su solemne funeral,
tras lo cual sus restos fueron conducidos a Granada. Posteriormente, en el año
1574, Felipe II ordenó trasladar el cuerpo de su madre al monasterio de El
Escorial.
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