miércoles, 4 de febrero de 2015

Isabel de Portugal

Isabel de Portugal. Reina de España y Emperatriz de Alemania (1503-1539)
Emperatriz de Alemania y reina de España nacida en Lisboa el 25 de octubre de 1503 y muerta en Toledo el 1 de mayo de 1539.
Hija de Manuel I el Afortunado y de doña María de Castilla, el 11 de marzo de 1526 contrajo matrimonio, en Sevilla, con el emperador Carlos V y el 21 de mayo de 1527 dio a luz, en Valladolid, al heredero del trono, el futuro Felipe II. Debido a las múltiples ocupaciones de su esposo, Isabel, desde 1529 hasta la fecha de su muerte, se hizo cargo con éxito del gobierno de los reinos de la Península Ibérica durante las ausencias del Emperador.
Primeros años y negociaciones matrimoniales
Segunda hija del rey de Portugal, Manuel el Afortunado y de la tercera hija de los Reyes Católicos, la infanta María, Isabel pasó los primeros años de su vida en el Palacio Real de Lisboa, junto con sus siete hermanos.
Debido a su elevada posición, la princesa recibió una esmerada educación de marcado carácter humanista, además de aprender a leer y escribir, estudió latín, castellano, inglés y francés. No se descuidó su formación artística y como era costumbre en la época, recibió una sólida formación musical. Su madre inculcó en Isabel una profunda religiosidad, así fueron frecuentes las visitas de ambas damas a iglesias y conventos, sus colaboraciones en obras piadosas y el hecho de que presidieran numerosos oficios religiosos del calendario litúrgico. Su padre, por su parte, demostró sentir predilección por la mayor de sus hijas y se mostró admirado por la gran responsabilidad con que ésta realizaba sus tareas, así cuando cumplió catorce años, lo dispuso todo para que formara su casa y la nombró señora de la ciudad de Viseo y de la villa de Torres Medrás, por lo que a partir de ese momento dispuso de fortuna propia.
Isabel dedicaba gran parte de su actividad diaria al recogimiento y la oración, en la Capilla Real del palacio, donde recibió clases del capellán del rey, Álvaro Rodrigues, sobre doctrina cristiana. Desde su infancia destacó por su gran belleza y, con el fin de que ésta fuera duradera, su madre la animó a practicar numerosos ejercicios físicos, lo cual la llevó con los años a convertirse en una experta amazona. Además fue notable su afición por la costura, sobre todo por los bordados, que la llevaron a participar en la elaboración de ornamentos eclesiásticos y colaborar con las damas de la Corte en la confección y cuidado de la ropa de sus hermanos y de su padre.
En el año 1517 la apacible vida de Isabel cambió bruscamente debido a la muerte de la reina María, ante los tristes acontecimientos su padre le encargó que se ocupara de sus hermanos, actividad a la que ésta se dedicó de lleno durante dos años. Tras las nuevas nupcias de su padre con Leonor de Austria, hermana de Carlos V, Isabel pasó a ocupar un segundo plano, pero en opinión de los cronistas de la época las relaciones con su madrastra fueron en todo momento cordiales y ambas con el tiempo desarrollaron una profunda amistad. Así tras la muerte de Manuel el Afortunado, en el año 1521, Isabel y Leonor se retiraron temporalmente a un convento a rezar por el alma del difunto, y poco tiempo después, residieron juntas en un palacio propiedad del duque de Braganza. En estos años la diplomacia portuguesa trabajaba incansablemente para que la princesa y su hermano, el futuroJuan III, contrajeran matrimonio con alguno de los hijos de Juana I la Loca. Así desde el año 1518 se intentó concertar, de forma secreta, el matrimonio de Isabel con el joven rey de España, Carlos I.
Las negociaciones para llevar a cabo el matrimonio de Isabel con Carlos, duraron aproximadamente ocho años, a pesar de las simpatías que despertaba la joven princesa en las Cortes castellanas, ya que los notables del reino veían en ella una digna sucesora de su abuela materna, Isabel la Católica; sin contar que un doble matrimonio entre príncipes de ambos reinos podía desembocar, en la unión de ambas coronas. Pero la situación internacional requería la máxima atención del Emperador y éste, se mostraba contrario a faltar al compromiso adquirido conEnrique VIII, por el cual debía casarse con su hija, María Tudor, cuando ésta alcanzara la edad casadera. Pero las negociaciones continuaban abiertas, ya que la dote de Isabel podía mejorar las finanzas del Emperador y por su parte, Juan III de Portugal estaba decidido a cumplir uno de los últimos deseos de su padre. Tras cuatro años de contactos diplomáticos entre ambas Cortes, finalmente en 1522 Carlos envió al arzobispo de Toledo, Juan Tavera, a Portugal, con el fin de que éste concretara el enlace de Juan III con su hermana Catalina de Austria y el suyo con la princesa Isabel. Las nuevas negociaciones fueron infructuosas y tras sucesivos intentos, Juan III se conformó con la situación, y dio por perdida la causa de su hermana, así a principios del año 1525, contrajo matrimonio con la hermana de Carlos. Isabel por su parte, en reiteras ocasiones expresó que si no contraía matrimonio con el Emperador, permanecería soltera.
La llegada de Catalina de Austria a Portugal, supuso un gran avance para que se llevara a cabo el matrimonio de Isabel y Carlos, ya que ésta ejerció un notable papel en las negociaciones. Por otro lado las Cortes de Castilla empezaron a presionar al Emperador para que diera a la Corona un heredero, y continuaron respaldando la candidatura de Isabel, frente a la de María Tudor. Finalmente Carlos accedió a la petición de sus súbditos y el 17 de octubre de 1525 se firmó el contrato matrimonial.
La boda de Isabel de Portugal
Isabel que en estos años había residido en el palacio de Almeirim, tras la celebración del matrimonio por poderes, el 1 de noviembre de 1525, permaneció en el mencionado palacio, en compañía de su hermano y su esposa, hasta el 30 enero de 1526, momento en el cual el papa concedió la dispensa para que Carlos e Isabel pudieran contraer oficialmente matrimonio, ya que ambos eran primos hermanos. La futura emperatriz llegó a la frontera portuguesa el 7 de febrero de ese mismo año, y allí fue recibida por el arzobispo de Toledo, Alonso de Fonseca, y por los duques de Medina Sidonia y Calabria, entre otros.
Por disposición del Emperador la boda tuvo lugar en Sevilla, así Isabel partió hacia la mencionada ciudad acompañada por un gran séquito y visitó Badajoz, Talavera la Real, Almendralejo, Llerena, Guadalcanal y Cantillana, donde recibió notables muestras de admiración de los habitantes de estas localidades. Su entrada en Sevilla, el 3 de marzo de 1526, fue cuidadosamente planeada por Carlos que quería que su futura esposa recibiera el cariño de sus nuevos súbditos. Instalada en los Reales Alcázares, Isabel esperó pacientemente la llegada del Emperador, el cual hizo su entrada triunfal en la ciudad siete días después.
La boda tuvo lugar en la madrugada del 11 de marzo, ya que según afirman los cronistas de la época, el amor surgió entre ellos a primera vista. Así el Emperador deseoso de consumar el matrimonio, ordenó que se instalara un altar en las habitaciones que ocupaba su futura esposa para que se llevara a cabo la celebración de los esponsales, los cuales, dada la precipitación, fueron presenciados por un número reducido de nobles. La muerte de Isabel de Austria, hermana de Carlos V, provocó que las fiestas de celebración por el matrimonio de la emperatriz se retrasasen hasta el mes de abril, aunque no por ello fueron menos fastuosas.
El 13 de mayo, Isabel y su esposo abandonaron Sevilla y emprendieron viaje hacia Granada, ciudad a la que llegaron el 4 de julio. Los recién casados permanecieron seis meses instalados en el palacio de la Alhambra, donde concibieron a su primer hijo, el futuro Felipe II. Fue durante estos meses cuando Carlos puso al corriente a su esposa de los asuntos del reino, ya que tenía decidido que ésta se ocupara del gobierno de Castilla en sus largas ausencias.
Vida matrimonial y nacimiento de sus hijos
La emperatriz permaneció separada de su marido la mayor parte del tiempo que duró su matrimonio, debido a los numerosos asuntos que requerían la atención del Emperador, aun así intentó hacer de la Corte, a pesar de sus numerosos traslados, un lugar acogedor para educar a sus hijos y recibir al Emperador después de sus largas ausencias. Nombrada lugarteniente general del reino, con el paso de los años fue acomodándose a sus labores como gobernadora de Castilla y aunque en un principio se mostró un poco insegura, Isabel asumió sus funciones, en defensa de los intereses de su esposo, con gran habilidad y en muchas ocasiones tomo la iniciativa, sobre todo en las cuestiones relacionadas con la Iglesia. Además hay que señalar que se hizo eco de la opinión de los castellanos con respecto a la política imperial, ya que consideraba que el gasto era excesivo. Consejera de su esposo, éste tuvo muy en cuenta sus opiniones en materia de política y en 1535 era tal su confianza en ella que le otorgó poderes para que sus resoluciones tuvieran la misma validez que las suyas en todos sus dominios peninsulares.
Isabel de Portugal quedó embarazada muy pronto tras contraer matrimonio. De este primer embarazo nacería el futuro Felipe II, el 21 de mayo de 1527. Apenas un año después se produjo el nacimiento de la infanta María de Austria, el 27 de junio de 1528, aunque en esta ocasión la emperatriz no estuvo acompañada por su esposo, ya que esta se encontraba en Monzón. En el mes de mayo de 1529 Isabel dio a luz un niño que murió a los pocos días de nacer y ante la inminente marcha del Emperador, ésta despidió a su marido muy deprimida, aunque pronto se recuperó gracias a que se volcó en el cuidado de sus dos hijos mayores. Tras el regreso de Carlos V de Europa, Isabel quedó nuevamente embarazada y el 24 de junio de 1535, nació la infanta Juana de Austria. El 19 de octubre de 1536 nació su hijo Juan, el cual murió a los cinco meses de nacer. Todos los partos de Isabel fueron muy complicados a pesar de la gran entereza con que esta intentó afrontarlos, además su delicada salud quedó muy mermada por estos esfuerzos tan continuados. Hay que destacar que la emperatriz se ocupó personalmente del cuidado de sus hijos y vigiló su educación atentamente, así ejerció una notable influencia en su primogénito, Felipe.
Muerte de Isabel de Portugal
Aunque aparentemente la salud de Isabel era buena, algo delicada en ocasiones, la resistencia de la emperatriz se quebró tras quedar nuevamente embarazada. El alumbramiento estaba previsto para principios de verano, pero el parto se adelantó y el 21 de abril de 1539 dio a luz a un niño muerto. La comadrona, Quirce de Toledo, ante la imposibilidad de contener las hemorragias que sufría la emperatriz, pidió permiso a ésta para acudir en busca de los médicos de la Corte, pero Isabel se negó, posiblemente motivada por su extremo pudor. Debido a su delicado estado inició la redacción de un nuevo testamento, al igual que anteriores ocasiones, siendo ratificado por el Emperador el 28 de abril. Hay que destacar que durante los días que duró su agonía sufrió terribles hemorragias y como consecuencia de la infección tuvo fiebres elevadas, según algunos testigos afrontó la muerte con serenidad y entereza. Tras recibir confesión y la extremaunción de manos del cardenal Tavera, murió a la edad de treinta y seis años en Toledo, en el palacio de los condes de Fuensalida, el 1 de mayo de 1539. El día 2 de mayo se iniciaron las misas por su eterno descanso y se realizó su solemne funeral, tras lo cual sus restos fueron conducidos a Granada. Posteriormente, en el año 1574, Felipe II ordenó trasladar el cuerpo de su madre al monasterio de El Escorial.


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