domingo, 11 de enero de 2015

Fray Hernando de Talavera

Talavera, Fray Hernando de (1428-1507).

Religioso jerónimo y escritor español nacido en Talavera de la Reina (Toledo) hacia 1430 (si bien hay aún especialistas que apuestan por datas que van de 1425 a 1428) y fallecido en Granada el 14 de mayo de 1507. Fue obispo de Ávila, primer arzobispo de Granada y confesor de la reina Isabel la Católica. Aunque para sus antiguos biógrafos (desde el primero de todos los que llevaron a cabo una semblanza exhaustiva, Jerónimo de Madrid, quien apuntó su parentesco con Hernando Álvarez de Toledo, que costeó sus estudios en la Universidad de Salamanca) pertenecía a una familia de ilustre linaje, hay datos que confirman que varios de sus antepasados eran judíos; concretamente, por línea materna, le llegaba sangre de la familia judía de los Contreras. Por otra parte, sabemos que, hacia el final de su vida, él mismo y su familia fueron acusados ante el tribunal inquisitorial por presuntas prácticas judaizantes; no obstante, el prelado quedó libre de cargos y consiguió la caída en desgracia del inquisidor de Córdoba Diego Rodríguez Lucero.
Vida
Su primera infancia trascurrió en su localidad natal, donde aprendió las primeras letras; hay quien piensa que, poco después, pasó a Barcelona para formarse como amanuense con Vicente Panyella, pues los documentos se refieren a un Fernando de Talavera que bien podría ser nuestro personaje, aunque este extremo no es del todo seguro. En Salamanca estudió Artes y Teología; en las actas salmanticenses aparece registrado con el nombre completo de Hernán Pérez de Talavera. A lamater seguía ligado años después, entre 1463 y 1466, aunque ya como catedrático de Filosofía Moral, como revela el Libro de Claustros de ese período. En algún momento de su vida académica se ordenó sacerdote; en 1466 abandonó definitivamente la docencia para recluirse en el monasterio que la Orden de San Jerónimo, de la que era general su familiar Alonso de Oropesa (1457-1468), tenía en Alba de Tormes. Allí se formó como jerónimo para ser enviado más tarde, como prior de Nuestra Señora de Prado, a Valladolid, en donde abriría las puertas a la primera imprenta de la ciudad en 1480.
En Valladolid entró en contacto con la corte y se hizo célebre por sus dotes como predicador. Su fama pronto le hizo ganarse la confianza de la reina Isabel, que lo nombró confesor personal; ese contacto cotidiano le dio inmenso poder y justifica a nuestros ojos su rápida entrada en el Consejo Real. Mientras en su orden era nombrado visitador general, sus merecimientos hicieron que los Reyes Católicos lo propusieran al papa Sixto IV para un obispado. En 1483, lo encontramos como administrador de la diócesis salmantina; por fin, el 26 de agosto de 1485 era elegido obispo de Ávila. A pesar de su deseo de permanecer en su nueva diócesis, los Reyes lo retuvieron a su lado como pieza fundamental durante la campaña de Granada, en la que desempeñó un papel básico; así se explica que, en 1492, recibiese nombramiento de Comisario de la Bula de la Cruzada y se le encomendase la administración de la diócesis granadina; no obstante, la fecha de recuerdo obligado es el 23 de enero de 1493, en que era nombrado arzobispo de Granada.
En esa ciudad, se empeñó en lograr un mejor entendimiento entre las dos culturas y en traducir la Biblia al árabe, aunque esta última empresa fue entorpecida por el Cardenal Cisneros, partidario de métodos más expeditivos (que aplicó tras tomar el relevo en 1499, con la célebre quema de los libros de los moros de Granada). Cristianizó a los musulmanes de forma pacífica mediante la comprensión y la convicción; un papel semejante le cupo tiempo atrás como defensor de los conversos en el hervidero antisemita de la Castilla de la segunda mitad del siglo XV. Menos conocida es su participación en el sueño americano, aunque la documentación exhumada en los últimos años confirma que nunca se opuso (como se decía en otros tiempos), sino al contrario, a la aventura del Nuevo Mundo.
La obra de fray Hernando fue básica para la reforma del clero español de su época, claro reflejo de las transformaciones que venía experimentando la Iglesia europea desde la época del Cisma y anticipo de las que vendrían en las primeras décadas del siglo XVI. Se preocupó por la formación de los sacerdotes, la participación de los feligreses en el oficio, la constitución de una gran fraternidad cristiana en la que cupiesen todos (sin distinción de cristianos nuevos y cristianos viejos) y la catequización de los nuevos súbditos musulmanes. Además, dejó fama de santo, lo que llevó a un temprano proceso de beatificación que pronto (seguramente por culpa de los vientos contrarios que, para cualquiera con ribetes de converso, soplaron en el siglo XVI) dio en nada.
Obra literaria
La obra de fray Hernando está compuesta por escritos de muy diversa índole, entre los que abundan los de tipo moral y sobre distintos aspectos de la reforma religiosa de la época, como su Cartilla y doctrina en romance para enseñar niños a leer,Breve y muy provechosa doctrina de lo que debe saber todo cristiano con otros tractados muy provechosos (contiene, entre otros, el Breve tractado de cómo habemos de restituir y satisfacer de todas maneras de cargo, el Breve y muy provechoso tractado de cómo habemos de comulgar, el Breve y muy provechoso tractado contra el murmurar y decir mal de otro en su absencia, el Solazoso y provechoso tractado contra la demasía de vestir y de calzar y de comer y de bebery el Tractado de lo que significan las ceremonias de la misa), Avisación a la condesa de Benavente, Suma y breve compilación de cómo han de vivir y conversar las religiosas de San Bernardo que viven en los monasterios de la ciudad de Ávila sujetas al obispo de aquella ciudad y obispado, Colación muy provechosa de cómo se deben renovar en las ánimas todos los fieles cristianos en el santo tiempo de Adviento, De cómo debemos aprovechar el tiempo, Ceremonia de todos los oficios divinos, Breve forma de confesar, Confesión general, Glossa sobre el Ave María,Breve tratado de loores del bienaventurado san Juan Evangelista o la Instrucción por do se rigiesen los oficiales y oficios y otras personas de su casa.
A falta de un estudio de conjunto moderno que repare carencias obvias, cabe concluir que la lista de escritos de fray Hernando casi alcanza las dos docenas de obras vernáculas catalogadas por C. B. Faulhaber, A. Gómez Moreno, A. Moll y A. Cortijo en Bibliografía española de textos antiguos (versión de 1999); aparte, hay que añadir una decena más de textos posmedievales, compuestos ya después de 1500. Conservamos las distintas piezas que constituyen el Oficio entero de la dedicación de Granada, impreso en Évora, en 1557. Una atribución a fray Hernando (bajo el nombre de Hernando de Oropesa) que aún se halla en las obras de referencia es la de la Memoria de nuestra redención de Sancho Pérez Machuca, impresa en Toledo en 1526, obra en la que de seguro tuvo bastante que ver, pues participó en distinta manera en el desarrollo de escritos ajenos; así se pone de relieve, sobre todo, en el Libro de la vida de Nuestro Señor Jesucristo, compuesto y ordenado por Fr. Francisco Ximénez, patriarca de Jerusalem, enmendado y añadido en algunas partes y hecho imprimir por Fr. Hernando de Talavera. Ciudad de Granada, en el postrimero día de abril, año del Señor de mil cuatrocientos noventa y seis.
Sin duda alguna, su obra más conocida es la Católica impugnación del herético libelo maldito y descomulgado en defensa de nuestra fe (1481 a quo), escrito en el que arremete contra el libelo anónimo de un judaizante sevillano y apoya la causa de los conversos o cristianos nuevos en su deseo de integrarse con el resto de la comunidad cristiana. Es conveniente resaltar el hecho de que fue un innovador en materia literaria, pues cultivó varios de los géneros de más prestigio, como el oratorio (se conservan varias piezas insertas en la Crónica de los Reyes Católicos de Hernando del Pulgar, amén de la cercana Exhortación hecha por el dicho padre prior de Prado a dos caballeros catalanes llamados Semenet y Marguerite queriendo entrar en el desafío que el Rey Católico les tenía asignado, del ms. 1104 de la Biblioteca Nacional) y el epistolar, como en sus Cartas al licenciado Villaescusa. Además, tradujo a distintos autores, entre ellos al mismísimo Francesco Petrarca, con un temprano romanceamiento de las Invective contra medicum, que en la traducción castellana llevan el título de Reprensiones y denuestos contra un médico rudo e parlero. Por desgracia, no se conservan sus sermones, de los que sólo nos ha llegado la fama de que estuvieron entre las piezas homiléticas más esmeradas que jamás se hayan compuesto.


 

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