Ocurrió en abril de 1493, hace 520 años, en Barcelona, tras el descubrimiento de las Indias por parte del almirante Cristóbal Colón
La expedición comandada por Cristóbal Colón, formada por la Pinta, la Niña y la Santa María, avistó la isla de Guanahaní el 12 de octubre de 1492. «Esta tierra era y es una isla de quince leguas de luengo, poco más o menos, toda baja, sin montaña alguna, como una huerta llena de arboleda verde y fresquísima...», cuenta el fraile Bartolomé de las Casas. Entretanto, los Reyes Católicos, los principales valedores de Colón, se encontraban en Barcelona negociando la devolución del Rosellón y la Cerdeña. El 7 de diciembre, casi dos meses después, mientras Colón navegaba por las islas del Caribe, el campesino Juan de Cañamares atentó contra la vida del rey Fernando en la escalinata de la Plaza del Rey de Barcelona. Según el cronista Andrés Bernáldez, «... el traidor que tiraba el golpe con un alfanje ó espada...» intentó acuchillarle, pero el rey consiguió esquivarle y «... alcanzólo con la punta (...) desde encima de la cabeza por cerca de la oreja...». El rey consiguió restablecerse de su herida.
Cristóbal Colón regresó a la península Ibérica en marzo de 1493, tras el descubrimiento de América o de las Indias, ya que el almirante creía haber alcanzado el continente asiático navegando desde Occidente, cuando en realidad había descubierto un continente completamente desconocido para los europeos. En abril de 1493,hace 520 años, Cristóbal Colón fue recibido por los Reyes Católicos en Barcelona. No se sabe con certeza el día en que el almirante entró en la ciudad, aunque probablemente fue a finales de abril. Tampoco se sabe el lugar exacto en el que fue recibido; pudo ser en el Salón del Tinell, en el centro de Barcelona, o en el monasterio de San Jerónimo de la Murtra, en Badalona; puede que visitara ambos lugares.
«Presentó a los reyes el oro y las cosas que traía del otro mundo; y ellos y cuantos estaban delante se maravillaron mucho en ver que todo aquello, excepto el oro, era nuevo como la tierra donde nacía. Loaron los papagayos, por ser de muy hermosos colores: unos muy verdes, otros muy colorados, otros amarillos, con treinta pintas de diversa color; y pocos de ellos parecían a los que de otras partes se traen. Las hutias o conejos eran pequeñitos, orejas y cola de ratón, y el color gris. Probaron el ají, especia de los indios, que les quemó la lengua, y las batatas, que son raíces dulces, y los gallipavos, que son mejores que pavos y gallinas. Marvilláronse que no hubiese trigo allá, sino que todos comiesen pan de aquel maíz. Lo que más miraron fue los hombres, que traían cercillos de oro en las orejas y en las narices, que ni fuesen blancos, ni negros, ni loros, sino como triciados o membrillos cochos. Los seis indios se bautizaron, que los otros no llegaron a la corte; y el rey, la reina y el príncipe don Juan, su hijo, fueron los padrinos, por autorizar con sus personas el santo bautismo de Cristo en aquellos primeros cristianos de las Indias y Nuevo Mundo», escribió el cronista Francisco López de Gomara en el siglo XVI.
Los detalles de la recepción oficial en Barcelona, como todo lo que rodea la vida de Colón, siguen siendo un misterio. No se sabe exactamente cómo llegó a Barcelona ni por dónde pasó, aunque las fuentes históricas afirman que una vez que llegó a la Península hizo el viaje por tierra y no por mar, pero no hay documentos que certifiquen su paso por alguno de los pueblos o ciudades que encontró a lo largo del camino, y eso que dirigía una comitiva que incluía a un grupo de indígenas, nunca antes vistos por los lugareños, y especies tan exóticas como los papagayos. Tampoco existen documentos oficiales que confirmen su paso por Barcelona. Pudo ser un acto solemne o sencillo, público o privado, en algún lugar apartado de la ciudad.
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