Duquesa de Saboya (1480-1530).
Princesa de origen
flamenco-borgoñón, archiduquesa de Austria, duquesa de Saboya y gobernadora de
los Países Bajos durante el primer tercio del siglo XVI. Nacida en Bruselas el
10 de enero de 1480 y muerta en Malinas el 30 de noviembre de 1530. Después de
diversas peripecias matrimoniales harto desafortunadas, desempeñó un notable
papel en la educación del futuro emperador, su sobrino Carlos V, a quien
también sirvió fielmente en calidad de gobernadora de Flandes, convirtiéndose
de esta forma en una de las principales colaboradoras de la política imperial.
Doña Margarita fue
hija del emperador Maximiliano I y de la duquesa María de Borgoña. Al
igual que a su hermano mayor, Felipe el Hermoso obtuvo el título de archiduquesa
de Austria de manera inherente a su nacimiento. Educada en la corte más
ceremoniosa de toda Europa, la archiduquesa Margarita enseguida entró en el
complejo juego de alianzas matrimoniales mantenida por los principales dirigentes
europeos. En 1490, cuando Maximiliano había enviudado, quiso tomar matrimonio
con la duquesa de Bretaña, Ana de Montfort o de Bretaña, pero el monarca francés,Carlos VIII, impidió por
todos los medios esta ceremonia, para evitar que el ducado bretón pasase a
manos ajenas a Francia. Maximiliano aceptó la propuesta del rey galo, pero a
cambio pidió que Carlos VIII tomase en matrimonio a su hija Margarita; el
matrimonio se celebró por poderes en 1491, ya que la princesa era aún menor de
edad, pero al año siguiente decidió viajar a París para consumar su matrimonio.
Apenas unos meses tardó la archiduquesa en darse cuenta del engaño: Carlos
VIII, en realidad, había aceptado el trato para librarse de un contrincante,
pues en realidad lo que ansiaba era casarse con la propia Ana de Bretaña. En
1493, el escándalo hizo romper las alianzas entre Austria y Francia, al tiempo
que una compungida archiduquesa regresaba a Flandes, víctima paciente de los
juegos políticos internacionales.
Sin embargo, al ser
todavía joven y no haberse consumado su primer matrimonio, Margarita continuaba
siendo un peón válido para los enlaces políticos. En 1494 comenzaron las
conversaciones entre Maximiliano de Austria y los Reyes Católicos, que
proyectaron una doble alianza matrimonial que, con el paso de los años, sería
de capital importancia para el devenir de la historia de Europa: los dos hijos
de Maximiliano, Felipe y Margarita, protagonizarían una doble boda con los
hijos de Isabel y Fernando, la princesa Juana y el príncipe Juan. Tras las
capitulaciones matrimoniales firmadas por los embajadores en 1495, una flota
hispana emprendió el viaje desde Laredo, al mando del almirante de Castilla,
Fadrique Enríquez de Cabrera, para llevar a la princesa Juana a Flandes, donde
se celebraría la ceremonia religiosa del enlace entre Felipe y Juana, y, al
tiempo, traer a la archiduquesa a Castilla, para hacer lo propio con el heredero
de los Reyes Católicos. En el transcurso del largo viaje marítimo, la
archiduquesa se ganó la simpatía de todos los miembros de la expedición, debido
principalmente a su carácter jovial y abierto, rayano en la picardía cortesana
tan en boga durante la época. Es conocida la anécdota según la cual, con
ocasión de una furibunda tormenta que a punto estuvo de hacer naufragar la
flota castellana en el golfo de León, la archiduquesa quiso transmitir
tranquilidad a todos los miembros de la nave en que viajaba, recurriendo al
buen humor: dijo que, en caso de fallecer, ninguna mejor lápida funeraria para
ella que la siguiente inscripción:
Ci-gît Margot, la
gentil' damoiselle
qu'a deux maris, et encore est pucelle. (Recogido por Pérez Priego, op. cit., p. 17).
qu'a deux maris, et encore est pucelle. (Recogido por Pérez Priego, op. cit., p. 17).
('Aquí yace Margot,
la gentil damisela
que, después de dos maridos, aún es doncella').
que, después de dos maridos, aún es doncella').
Finalmente, el
temporal no impidió que la flota castellana desembarcase en las costas de
Santander durante el mes de marzo de 1497. Posteriormente, se formó un cortejo
nupcial que acompañó a la archiduquesa hacia Burgos, donde fue recibida por la
Reina Católica y por el príncipe Juan, así como por los más notables cortesanos
y nobles del reino. El ceremonial borgoñón que acompañaba a Margarita de
Austria, tal vez la más brillante y compleja de las etiquetas cortesanas de
Europa, causó un furor inusitado en la ciudad burgalesa, organizándose diversas
fiestas para honrar a tan ilustre huésped. Diversos trovadores de la época
quisieron inmortalizar esta recepción a la archiduquesa. De esta forma, las
lamentablemente hoy perdidas estrofas del poeta Hernando Vázquez de Tapia, las Coplas al
recibimiento de la princesa Margarita en Santander y Burgos,
así como las anónimas Coplas
fechas a los altos estados de los Reyes, muestran parte del
impacto que la archiduquesa levantó en Castilla.
Más allá de
ceremoniales y etiquetas, todavía hubo un impacto aún mayor: la extraordinaria
belleza de Margarita. A sus 17 años, la archiduquesa causó una sensación
extrema en todos los que pudieron admirar su porte femenino y sus hermosos
rasgos faciales, incluido, por supuesto, su futuro marido. Incluso descontando
el alto porcentaje laudatorio de dos cortesanos adulantes hasta la petulancia
como fueron Lucio Marineo Sículo y Pedro Mártir de Anglería,
sus escritos sobre la belleza de Margarita transmiten esta sensación. Así,
Pedro Mártir llegó a escribir en una de sus epístolas: Eam, si videris,
Venerem ipsam te intueri arbitraberis; qualem forma, motibus atque etate,
potuit Mars desiderare Citheream, talem ad nos illam belge miserunt, nullo
fucco illitam, arte nulla comptam. ('Si
la vieras, pensarías que estabas contemplando a la misma diosa Venus; cual en
belleza, porte y edad pudo Marte desear a Citerea, tal desde Flandes nos la
enviaron, sin desfigurar con ningún afeite ni arreglar con ningún arte').
(Recogido por Pérez Priego, op.
cit., pp. 18-19). No cabe ninguna duda de que sus
contemporáneos la vieron como la perfecta reina de España, ya que al unirse con
don Juan estaba destinada, tarde o temprano, a ceñir en su cabeza las coronas
de Aragón y Castilla.
La boda se celebró en
la catedral de Burgos durante los primeros días del mes de abril de 1497.
Enseguida, Margarita se trasladó junto a su esposo a la villa soriana de
Almazán, donde estaba situada la corte del príncipe de Asturias. Sin embargo,
poco más de un mes residieron allí, ya que don Juan contrajo unas viruelas y
los médicos de la corte aconsejaron el clima seco de Medina del Campo para
curarse. La vitalidad, lozanía y belleza de la archiduquesa contrastaron con el
carácter enfermizo y débil del príncipe, que desde niño había crecido con
continuos achaques de una precaria salud. Por si fuera poco, la belleza y
hermosura de su joven esposa causó todavía más estragos en el estado físico de don
Juan. La epístola de Lucio Marineo Sículo no puede ser más rotunda al respecto,
y, además, constituye el complemento perfecto al mismo carácter que ya
presentara doña Margarita con motivo de aquella tempestad marítima:
Pallet iam nimis,
huius puelle amore pellectus, hic noster ephebus Princeps. Hortant medici
Reginam, hortat et Rex, ut a Principis latere Margaritam aliquando semoveat,
interpellet indutias precantur, pretestan periculum ex frequenti copula ephebo
imminere. (Recogido
por Pérez Priego, op.
cit., p. 21).
('Preso en el amor de
la muchacha, ya está demasiado pálido nuestro joven príncipe. Tanto los médicos
como el Rey aconsejan a la Reina que, de cuando en cuando, aparte a Margarita
del lado del príncipe, que los separe y les conceda treguas, pretextando el
peligro que la cópula tan frecuente constituye para el joven príncipe').
Seriamente, el típico
furor conyugal de los recién casados, jóvenes ambos además, provocó un
progresivo deterioro de la salud de don Juan de Trastámara. La pareja inició,
en los postreros días de septiembre de 1497, un viaje a Salamanca, donde fueron
agasajados con unas fiestas extraordinarias, que incluyeron la representación
escénica de una obrecilla creada por el músico y poeta Juan del Encina. Allí,
el príncipe cayó en cama con unas fiebres de las que ya nunca se recuperaría.
El 4 de octubre de 1497 fallecía el poderoso heredero de las Españas, dejando a
su joven viuda desconsolada y en estado de avanzada gravidez.
En efecto, la
archiduquesa Margarita estaba preñada de varios meses; seguramente el shock producido por la muerte del
príncipe adelantó el parto, que en palabras del cronista Bernáldez, Margarita
"quedó preñada e malparió sin días una fija" (op. cit., p.
378). Esta hija, destinada a ceñir las coronas de Castilla y Aragón,
representaba la esperanza de los Reyes Católicos por unir ambas herencias, pero
falleció a las pocas horas de su dificultoso parto. Aunque este nacimiento dio
pie años más tarde a tramas rocambolescas, como la del dirigente agermanado
conocido como El Encubierto, lo cierto
es que las penas parecían multiplicarse para la archiduquesa Margarita que,
lógicamente, optó por volver a su hogar de Flandes. Así, los Reyes Católicos
dispusieron un cortejo encabezado por el obispo de Córdoba, Juan de Fonseca, que
acompañó a la desdichada Margarita hacia Bruselas en los primeros meses de
1499. La princesa, destinada a ser primero reina de Francia y después reina de
España, regresaba a su lugar de nacimiento visiblemente mermada de aquellas
alegrías y jocosidades que la habían hecho famosa en la Península Ibérica. Al
menos, tuvo el consuelo de asistir en marzo de 1500 al bautizo de su sobrino
Carlos, ejerciendo de madrina en la ceremonia celebrada en Gante.
Apenas dos años
transcurrieron antes de que su padre, el emperador Maximiliano, volviese a
prometerla en matrimonio a un aliado, el duque de Saboya Filiberto II. Con
veintiún años de edad, en 1501 Margarita viajó a Piamonte para contraer sus
terceras nupcias. Paradójicamente, la mujer destinada a ser dos veces reina
tuvo que conformarse con el título de duquesa de Saboya, que es con el que ha
pasado a la historia europea. Poco se sabe de su estancia en tierras italianas,
salvo que allí mantuvo contactos artísticos y culturales con los efervescentes
humanistas del Renacimiento, influencia ésta que más tarde transplantaría a los
Países Bajos. Y es que la triste historia de la duquesa Margarita volvió a
repetirse, pues el duque Filiberto falleció en 1504, sin que la pareja hubiera
tenido descendencia. El título fue a parar a Carlos de Saboya,
hermano de Filiberto, que se había casado con una sobrina de Margarita, la
princesa Beatriz, hija del rey portugués Manuel el Afortunadoy
de la princesa María, hija, como el
príncipe Juan, de los Reyes Católicos. Nuevamente desolada, Margarita regresó a
Flandes, de donde ya nunca saldría.
A pesar de su
juventud, Margarita se negó a volver a entrar en el juego de políticas
matrimoniales, sobre todo después de sus frustrantes experiencias personales. A
esta postura personal le ayudó, sin duda, el desarrollo de los acontecimientos
en la conexión entre los Habsburgo y los Trastámara peninsulares. El
mismo año de su tercera viudedad había muerto en Castilla la Reina Católica, por
lo que su hermano Felipe el
Hermoso y
su cuñada Juana habían sido jurados como reyes de Castilla y, por ende, se
habían visto obligados a trasladarse hacia la península. En lo que respecta al
gobierno de los señoríos centroeuropeos de Felipe, el traslado planteaba un
problema, ya que su hijo y heredero, Carlos de Gante, conde de Flandes, apenas
contaba con cuatro años, a la vez que sus hermanas, Leonor, Isabel y María, también quedaban
sin madre y sin padre, ya que ni Juana ni Felipe estaban dispuestos a renunciar
a la corona castellana. De esta forma, Margarita apareció en el momento justo,
para ser nombrada regente de Flandes en nombre del futuro emperador y para
hacerse cargo de la educación de todos sus sobrinos en ausencia de sus padres.
Establecida en Malinas, donde comenzó la construcción del famoso Palais de
Savoie ('Palacio de Saboya'), Margarita se reveló como una política inteligente
y como una mujer de amplias miras culturales, favoreciendo con su educación a
humanistas y literatos que propiciaron un clima renacentista de hondo calado en
el entorno flamenco. A su vez, la duquesa de Saboya encontró en el calor de sus
sobrinos la alternativa a su propia descendencia, que por dos veces el destino
la había negado. Es obvio destacar que, desde 1506, cuando la muerte de su
hermano Felipe abocó a Carlos de Gante a ser el heredero del trono castellano,
la educación de su sobrino fue el papel primordial de su corte en Malinas. El
principal hito, en este sentido, fue el acierto de la duquesa de Saboya al
nombrar en 1511 como preceptor de Carlos a Adriano de Utrecht, entonces un
simple párroco rural que, andando el tiempo, sería nombrado Papa con el nombre
de Adriano VI. Otra
curiosidad relacionada con la educación del joven Carlos es que fue Margarita
quien le instó a tomar clases de música, convirtiendo al futuro emperador en un
perito tañedor de clavicordio.
La actividad de
Margarita al frente de los destinos de Flandes la mantuvo ocupada desde 1507
hasta 1515, mostrando una actitud claramente favorable a Inglaterra, de donde
se importaba la lana que alimentaba la próspera industria textil de Flandes,
principal fuente de riqueza del territorio. La orden, dada por Margarita, de
que tropas borgoñonas auxiliaran en 1513 a las británicas de Enrique VIII en la
guerra encendida en Calais entre ingleses y franceses respondió a estas
directrices. Asimismo, su resquemor ante las pretensiones francesas en Flandes,
aunque lógica por motivos puramente políticos, también parece deberse a su
frustrante experiencia en la corte francesa durante su juventud, que la dejó
marcada para siempre en el sentido de esgrimir siempre factores contrarios a
Francia. En 1515, por obra del ambiciosoGuillaume de Croy, señor
de Chièvres, el intrigante consejero y privado de Carlos, Margarita fue
apartada del gobierno de Flandes al adelantarse la mayoría de edad del príncipe
de Gante, lo que llevó aparejado también el traslado de la capitalidad a
Bruselas. Ante tal revés, la duquesa permaneció en su mansión de Malinas, donde
continuó fomentando actividades culturales diversas, hasta el punto de
convertirse en la mecenas más destacada de la época, merecedora del honor de
que el genio humanista flamenco, Erasmo de Rotterdam, le
dedicase uno de sus tratados morales. Otro gran pintor flamenco, Jan Van Orley,
comenzó su andadura al abrigo protector de la duquesa de Saboya. Tanto la
biblioteca como la pinacoteca del Palais
de Saovie en
Malinas fueron de las colecciones artísticas más preciadas de la época.
Poco tiempo habría de
permanecer alejada del gobierno de Flandes, pues en 1517, a pesar de la
oposición de Chièvres, el príncipe Carlos insistió en que su querida
"madame ma bonne tante" (así se refería a ella en sus cartas)
estuviese informada de todo lo concerniente al gobierno de Flandes por los
agentes que el propio Chièvres, enemigo político encarnizado de Margarita, dejó
al cuidado de los asuntos flamencos. Ambos, príncipe y valido, viajaron a
España, pues la muerte de Fernando el Católico el año anterior había deparado
que Carlos heredase no sólo Castilla y su imperio transocéanico, sino también
Aragón y sus posesiones italianas, configurándose así la segunda de las grandes
herencias que el sobrino de Margarita acapararía para sí. Que el futuro Carlos
V tuvo en ella a una de sus más firmes aliadas lo demuestra el hecho de que
tras la muerte del padre de Margarita, el emperador Maximiliano I, el 12 de
enero de 1519, fuese la misma regente quien comenzase las conversaciones con
los electores imperiales para que el sucesor fuera su propio sobrino, a pesar
de ciertas dudas al respecto de presentar la candidatura de su otro sobrino, el
infante Fernando, despejadas por
la voluntad de Carlos de adquirir para él el cetro imperial. Desde Bruselas,
Margarita dirigió las embajadas diplomáticas a los electores, contando con la
ayuda de expertos agentes como el germano Matthäus Lang o el flamenco
Maximilian von Zevenberghen. En este sentido, hay que destacar que la actuación
de Margarita fue sumamente inteligente, al incidir en el componente autoritario
y en la ausencia de antepasados germanos del otro candidato, el rey francés Francisco I, en vez de
alabar inopinadamente las cualidades de su sobrino. Estas precisas embajadas,
más los consiguientes sobornos económicos, propiciaron que la elección recayera
en Carlos de Gante, coronado como Carlos V en Aquisgrán el 22 de octubre de
1520. El propio emperador fue plenamente consciente de que no lo hubiera
conseguido sin la astucia e inteligencia de su tía Margarita.
En 1520, y contra la voluntad
de Chièvres (que falleció un año más tarde), la archiduquesa fue de nuevo
elevada al rango de gobernadora de Flandes, retomando los lazos con Inglaterra
en contra de la política francófila del anterior gobernador. Asimismo, fue
Margarita quien insistió al emperador en que no tomase un nuevo privado tras la
muerte de Chièvres, pero le aconsejó que tomase como consejero aMercurino de Gattinara,
el que habría de ser uno de los máximos apoyos de la política imperial. Empero,
en 1522, cuando se gestó la boda del emperador, Margarita hubiese preferido a
la princesa británica María Tudor, y no a la
futura emperatriz Isabel. Pese a ello,
siempre se mostró obediente con la voluntad de su sobrino, como se destila en
la firma de la Paz de Cambrai (1529), llamada Paz
de las Damas porque
fueron dos damas quienes acabaron con el enfrentamiento entre Francia y el
emperador: del lado galo, Luisa de Saboya, madre
de Francisco I, y del lado de Carlos, su leal tía Margarita.
Pocos meses más
tarde, en 1530, Margarita fallecería en su residencia de Malinas, causando un
profundo pesar en el ánimo del emperador, que perdía a su más eficaz
colaboradora. La regencia de Flandes fue entregada a María de Hungría, hermana
del emperador y a quien Margarita siempre había mostrado una gran simpatía,
desde que se hiciese cargo de la educación de sus sobrinos y, en general, de la
familia flamenca de Carlos V. Es más: en su corte de Malinas se crió Margarita de Parma, hija
ilegítima del emperador Carlos, concebida en 1522 durante una estancia de éste
en la que conoció a Juana Van der Gheenst. Esta otra Margarita desempeñó en
Flandes, durante el reinado de Felipe II, un papel
similar al representado por Margarita de Saboya en el de Carlos V. La memoria
de Margarita de Austria en Flandes es vivísima: una efigie suya, junto con
otras del emperador y del consejero Lannoy, preside la sala del Palacio de
Justicia de Brujas, y está considerada como uno de los pilares fundamentales de
la política imperial de su sobrino. Tras una vida azarosa, finalmente encontró
un merecido lugar en la Historia.
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